Ir al contenido principal

Etapas de la madurez espiritual.


La madurez espiritual de un discípulo se mide en función de los juicios internos que establece de cada una de sus experiencias; si el discípulo todavía oscila entre el bien y el mal, entre lo bueno y lo malo, correcto e incorrecto, significa que aún le falta un largo camino que recorrer.

Si el discípulo aprende que todo es bueno y que simplemente varían las formas en que la energía del bien afecta a todo lo existente, entonces el discípulo, decimos, que lleva un camino más avanzado, pero aún le falta otro largo camino por recorrer.

Si vemos que el discípulo goza observando a la vida y que en su pensamiento no existe sino el placer de ser, el placer de actuar, y que su pensamiento no es sino un pasaje instantáneo entre su intuición y la acción que concreta, decimos entonces que el discípulo esta muy aventajado en su camino, pero aún así, todavía le falta un largo camino para llegar a donde debe llegar.

Y más adelante, tal vez observamos que los discípulos caminan por el mundo guiados por su conciencia superior, sus manos y sus palabras son creadoras al cien por cien, su visión es completa y elimina las sombras hacia donde se dirige, su vista traspasa las caretas tras las cuales se esconden las personalidades humanas, el corazón y las mentes son perfectamente claros a su vista espiritual, lee las voluntades de los hombres y de los gobiernos y puede entender perfectamente cómo la voluntad divina se manifiesta en todas las cosas.

Si todo esto lo observamos en los discípulos, decimos entonces que el discípulo se encuentra en la cumbre del conocimiento espiritual y que su paso en la tierra no es otro que la manifestación de la voluntad divina puesta en acción para bendición de los hombres, pero internamente nos miramos unos a otros, y decimos, aún le falta un largo camino por recorrer.

Y algún día ese discípulo estará con nosotros y mirará hacia abajo tal como ahora nosotros lo hacemos y tendrá grupos iguales a los que ustedes han formado y tal vez envíe lecciones similares a la que ustedes están recibiendo en estos momentos, bendecirá a Dios, los bendecirá a ustedes, bendecirá a toda la creación por las glorias alcanzadas, por la dicha inefable que se experimenta en estos niveles, por la maravillosa alegría de poder participarles a todos ustedes un tesoro de conocimientos que seguramente reorientará sus vidas y las llevará por caminos más plenos de felicidad, pero déjenme decirles, que en su interior, sus más secretos pensamientos le dirán, que aún le falta un largo camino por recorrer.

Esta es la historia de los iniciados, de todos aquellos que un día decidieron abrazar el camino del conocimiento espiritual; no es la meta lo que interesa sino el sendero; no son los logros lo que se busca, sino el servicio constante; no es la cima de la montaña la que atrae al caminante, sino la aventura del caminar, la aventura de escalar cumbres, la aventura de saberse ciudadano del universo, heredero de Dios, receptor de todas sus bendiciones.

Maestro Saint Germain.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Ayúdame a mirar...

“Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando. Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad del mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura. Y cuando al fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió al padre: "¡Ayúdame a mirar!" ( Eduardo Galeano.) La petición del niño ante la sorpresa azul del inmenso mar es la más bella expresión de lo que hombres y mujeres podemos hacer unos por otros en la búsqueda permanente que marca nuestra existencia. ¡Ayúdame a mirar! Tú no puedes mirar por mí, no puedes obligarme a mirar, no puedes hacer que yo vea lo que tú ves, no puedes forzarme, no puedes prestarme tus ojos, tus ideas, tu experiencia. Pero puedes ayudarme. Ya me has ayudado con llevarme al sur, con atravesar la arena conmigo, con pone

Dicen que antes de entrar en el mar...

“Dicen que antes de entrar en el mar, EL RIO tiembla de miedo... mira para atrás, para todo el día recorrido, para las cumbres y las montañas, para el largo y sinuoso camino que atravesó entre selvas y pueblos, y vé hacia adelante un océano tan extenso, que entrar en él es nada más que desaparecer para siempre. Pero no existe otra manera. El río no puede volver. Nadie puede volver. Volver es imposible en la existencia. El río precisa arriesgarse y entrar al océano. Solamente al entrar en él, el miedo desaparecerá, porque apenas en ese momento, sabrá que no se trata de desaparecer en él, sino volverse océano.” Khalil Gilbran.

Decir lo que se siente...

Decir lo que se siente exactamente como se siente. Claramente, si es claro, oscuramente si es oscuro; confusamente si es confuso. Fernando Pessoa.