Creo
en el respeto.
Respeto a las criaturas, a los hombres,
a la belleza, a lo sagrado.
(Cardenal Danielou)
Respeto,
veneración, adoración. “Acatamiento y reverencia” en frase ignaciana que es
clave de postura espiritual. Ante Dios y su creación, ante hombres y mujeres,
ante paisajes y horizontes, ante lo bello y lo sagrado. Un sentir profundo de
reverencia intensa ante la presencia del Creador en cada una de sus
creaciones. Humildad admirativa. Recogimiento artístico. Misticismo cósmico.
El
ritual reposado de una puesta de sol. La majestad serena de una cumbre en los
hielos. El milagro verde de un árbol en flor. La belleza amiga de un rostro
humano. Todo son huellas. Todo son facetas. Todo son rayos de un sol y
arroyos de una fuente y brisas de un amanecer. Todo en el mundo tiene esa
cualidad divina que marca su origen y señala su destino. Cada flor es un
ángel, y cada roca un sacramento. Nos invade el silencio al asomarnos a la
naturaleza porque sentimos en ella el perfume de los dedos que la crearon.
Silencio y oración.
Estamos
perdiendo el sentido de adoración. Todo es profano. Todo se explica
científicamente y se disfruta despreocupadamente –mientras haya dinero para
ello–. Los cielos son astrofísica, los mares son deporte, los animales son
cacería, las montañas son excursión. Las personas son estadísticas, la música
es ruido, el trabajo es competencia, el amor es sexo. Todo ha perdido su
misterio, su secreto, su sacralidad. Todo puede obtenerse por dinero y
disfrutarse con ligereza. Hemos sufrido la mayor devaluación de los mercados
del mundo: la devaluación de la naturaleza.
Hay
que volver a saber admirarse, a saber ponerse de rodillas, a saber adorar.
Hay que recobrar el sentido de lo sagrado en todo lo que nos rodea, que de
Dios viene y a Dios va. Hay que reconocer los pasos y sentir la presencia.
Hay que volver a sentir a Dios en la brisa que pasa, en la lluvia que cae, en
la sonrisa que nos saluda, en la mano que estrechamos, en el aire que nos da
vida y en la tierra que nos sostiene. Hay que volver a saber y querer saber y
lograr el tiempo y la paz del alma para contemplar una puesta de sol, para
pasear por un bosque, para mirar al mar, para acompañar en fantasía la
marcha de las nubes por el cielo. Hay que volver a saber extasiarse ante un
capullo de rosa y un trino de ruiseñor. Hay que volver a descubrir la imagen
de Dios en el rostro, la palabra, el andar y el mirar de cada hombre y mujer
que se nos presentan en la vida y acompañan nuestro caminar. Hay que
resucitar el respeto a todo lo creado, que es respeto al Creador. Solo al
devolver esa profundidad a nuestra mirada, devolveremos la plenitud a nuestra
vida.
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¿No será que hemos perdido respeto a la creación porque ya no nos
respetamos a nosotros mismos?
Carlos G Valles.
Comentarios
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A todo caminante que la vida trajo por aqui, le agradezco que deje su huella. Un abrazo!!!